Rogelio Botanz: Incombustible
Da igual el frío, da igual la noche. Da igual la gente, el ruido, que se oscurezca todo. Da igual. A Rogelio, le da igual. Él sabe calentar la plaza, él sabe encender la luz, él sabe acallar los ruidos. A él da igual que lo hagan improvisar, porque él vive en la improvisación. Nada le asusta porque ha ganado mil guerras, qué más da una más. Él, en sí, es un superviviente, un vencedor de muchas batallas, como aquellos valientes de La Matanza y La Victoria a los que cantó el pasado sábado 15 de marzo en La Laguna. Llenó la plaza de ecos de bucios en bocas de niños, de conversaciones silbadas o de sonidos nuevos para mí, provenientes de instrumentos acústicos fabricados con imaginación más allá de la música, porque Rogelio saca música del agua o de las piedras, está más amarrado a esta tierra que las raíces de un drago. Exprime a la naturaleza hasta hacerla hablar. Le canta a la mujer, a un grito de guerra o a un verbo en gerundio. Fue una noche mágica, bajo una luna llena. Ya sé, us