Moño Triste
La expresión de Moño Triste es la de un higo secado al sol de agosto. Nos quiere echar de la calle con su mirada. Aquella calle que un día fue suya y en la que ahora campamos a nuestras anchas a pie o en ruedas de a dos o de a cuatro. Pisoteando pasados sin pedir permiso. Miro hacia su ventana en el segundo piso, y parece, en el retablo de la fachada, la imagen de la Virgen de los Santos Ascos. Más allá del cristal y su torneado moño cenizo, no alcanzo a ver más que sombras, y la envidio por no poder saber más de ella que lo que ella sabe de mi. Conoce mi gusto por el café de las diez en la Cafetería de la Petra, que me gusta leer El Ideal, y que me meto los dedos en la nariz cuando nadie me ve. Nadie salvo ella, Moño Triste. Hoy veo su altar vacío. Solo quedan las sombras. Petra me dijo que anoche salió, con los pies por delante, para dar un último paseo por la calle que un día fue suya.