El color del miedo
E ntraron en el mar. Era la primera vez que Luis sentía aquel líquido frío y salado rodeando su cuerpo. Las olas le tambalearon y pronto perdió sus referencias. Empezó a sentir miedo por no saber dónde se encontraba; se había desorientado. Se aferró con fuerza a las manos de Sonia. Ella era sus ojos. Luis se había perdido muchas experiencias en la vida a causa de su ceguera, pero después de conocerla, con ella había descubierto más en unas semanas que en el resto de sus veinticinco años de oscura existencia. –Tengo miedo. No me sueltes por favor –Luis temblaba algo por el frío y mucho por el miedo. –No temas que no te voy a soltar –Sonia le intentaba tranquilizar–. ¿No te gusta? –No, esto no me gusta. No es como cuando subimos a la Noria o cuando me enseñaste el tacto de la nieve en el Pirineo. Una ola en ese momento le golpeó y Luis trastabilló. Sonia tuvo que esforzarse para que no cayera. –Sácame de aquí, por favor