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Mostrando entradas de mayo, 2014

La A invertida de Javier Álvarez: jugando con el sol.

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Javier Álvarez (Foto: Miguel A. Brito) Una A invertida , un juego, una existencia efímera y a la vez duradera como un abrazo perfumado. Un canto a la luz de un sol que mengua, un hola a la luna que pinta el salón del  azulpicasso de la oscuridad, un dar la vuelta a la lógica como un calcetín. Personas que conozco de manera circunstancial, que quizás no vuelva a ver, o quizás sí, ¿por qué no?, la vida te da tantas sorpresas. El viernes por la noche me la dio y casi no la busqué, me la encontré por el camino gracias a eso, a las circunstancias. Canciones que recordé y otras que descubrí y que sólo existen ya en recuerdos, frases sueltas, como esas tardes de semana en las que no hay tiempo de tomar el té. Javier Álvarez cantó para nosotros, un reducido grupo de personas, su último trabajo que insiste en enseñar y no grabar, en regalarlo y no venderlo, retomando esa historia que vivió hace más de veinte años cuando hacía lo mismo, en el "jardín de su pueblo" en Madrid,

La rubia de ojos negros - Benjamin Black

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Título: La rubia de ojos negros Autor: Benjamin Black (pseudónimo de John Banville Editorial: Alfaguara ISBN: 978-84-204-1692-2 Páginas: 336 PVP: 19,50€ en Agapea Era más alta de lo que me había parecido desde la ventana, alta y delgada, con hombros anchos y elegantes caderas. Mi tipo, en otras palabras. Su sombrero tenía un velo, una exquisita transparencia negra de seda moteada que descendía hasta la punta de su nariz. Una punta preciosa para una nariz preciosa, aristocrática, pero no demasiado estrecha ni demasiado larga y, por supuesto, nada parecida a la trompa de Cleopatra. Lucía unos guantes largos de un pálido crema a juego con la chaqueta y hechos con la piel de alguna singular criatura que habría pasado su breve vida brincando con delicadeza sobre riscos alpinos. Tenía una bonita sonrisa, cordial de momento y ligeramente ladeada, que le daba un atractivo aire burlón. Era rubia, con unos ojos negros, negros y profundos como un lago de montaña, cuyos párpados se afil

Y llegó la Bossanova y llenó de calor la fría Laguna: Marina Machado y Thais Morell

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Marina Machado (foto: Miguel A. Brito) M e gusta esa cada vez más afianzada apuesta del ayuntamiento de San Cristóbal de La Laguna (Tenerife) por el jazz. El festival de jazz de La Laguna que nos visita cada mayo se instala en sus rincones, sus plazas, su teatro Leal, sus locales, para regocijo de todos. Anoche hacía frío y no me importó. Nada mejor para combatir el frío que voces brasileñas, con esa tesitura tan cálida y sedosa. Dos voces que me sorprendieron, no las conocía. Empezó la noche con Marina Machado acompañada por la guitarra del bueno de Miguel Manescau , guitarrista de por aquí (cuanto bueno tenemos en Canarias). Ella ya lleva varios años subida a los escenarios y tiene un disco más que bueno junto a Flàvio Henrique del cual rescató algunas piezas para deleitarnos, así como otras grabadas junto al gran Milton Nascimento. Hubo mucha complicidad en lo que fue esa mezcla canario-brasileira, como ella misma la definió. A continuación se subió al escenario una artis

Te quiero, abuela.

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Foto: Rober Sánchez P ancha era eco de una vida muy alejada de la nuestra, de la que ya van quedando pocos que se acuerden, y ese pasado se abría paso a través de sus labios cuarteados de un modo fácil de entender, sin guardarse nada para sí. No quise verla en el último momento porque a Pancha no me gustaba verla dormida sino despierta, riendo o refunfuñando, que también lo hacía, o con esa mirada temblona a través de sus ojos pequeños y vivarachos que no perdían detalle de todos nosotros. Su cuerpo chiquito y doblado, maltrecho por los latigazos del trabajo sobre su espalda, nunca hincó la rodilla. Se revolvía contra los años que pesaban en sus piernas y decía que no, que no y que no, que ella era Pancha Febles y que con ella nadie podía. Desde su atalaya de matriarca, de esas que ya pocas quedan, muy al estilo Úrsula Iguarán de Gabo Márquez, quería tenerlo todo controlado; la comida, las ropas, la vida de los suyos, de los agregados,… Pancha era, en sí, un enorme personaje liter