Conversaciones de verano
D ías contados. Llevo cinco días solo, cinco días de vacaciones. Miro a mi alrededor. Estoy sentado junto a mi lugar de trabajo, a escaso metro y medio de mi despacho, y lo veo tan lejos que no lo puedo alcanzar por mucho que estire mis brazos y los dedos. Me caería si lo intentara. Ayer, mi hijo y yo, jugábamos a calcular el hondo de una piscina haciendo medidas indirectas en base a lo largo de nuestros cuerpos tocando el fondo con los pies y estirando los brazos hasta tocar el aire con la punta de los dedos. “Creo que son dos metros y medio, papá”, “puede ser, le contesté”. Conversaciones profundas, como veis, conversaciones de verano. Hablamos de más cosas, pero esta conversación se me quedó clavada, no sé muy bien por qué. Quizás sea porque me percaté ayer de que está casi tan alto como yo. ¿Dónde he estado todo este tiempo? Supongo que trabajando. Juegos a trasluz - Fotografía: Miguel A. Brito Las vacaciones van de eso, de distancias, pero no sólo de