Todos lo saben
Los límites del egoísmo del ser humano se ponen a prueba ante una conmoción, ante lo que se da en denominar, muchas veces, catarsis. A lo largo de nuestra vida, vamos atesorando pequeños o grandes aciertos que combinamos con algunas equivocaciones o malas decisiones sobre las que nos empleamos en poner paños calientes, firmando pactos de no agresión para vivir la tensa tregua de nuestra existencia en comunidad, porque en comunidad, para sobrevivir, nos necesitamos, incluso a regañadientes. Se llama egoísmo, es así. Tenemos en los genes ese rasgo antropológico: somos egoístas por necesidad, para defendernos.
La prueba de nuestra “buena educación” se produce con la aparición de un hecho lo suficientemente importante. Ahí se acaba la partida y vaciamos sobre la mesa todas nuestras razones y comparamos, las nuestras con las del otro, en una suerte de GameOver donde enseñamos las cartas para ver quién se lleva más triunfos, sin pensar, ciegos por la desesperación, en que no se trata de quién gana, sino de quién pierde menos. Es el punto en que todo se sabe aunque ya se sabía pero no queríamos verlo. Todos lo saben, aunque guardaban silencio. Así es la vida y así nos retrata el director iraní Asghar Frarhadi en su última película, una coproducción de España, Francia e Italia. Para ello se empleó a fondo el director y guionista, y estuvo viviendo un tiempo entre nosotros, en un pueblo de Castilla, para entender nuestra cultura y reflejarla de manera creíble en su guión. Bordó la ambientación al igual que lo bordan Penélope Cruz y Javier Bardem (una de las mejores Penélope que recuerdo haber visto). Mención especial también a la joven actriz canaria Sara Sálamo, que durante la película crece en importancia hasta terminar convirtiéndose en determinante, con una escena en el último cuarto de película que nos muestra un registro de actriz de gran proyección.
Asghar Farhadi mide bien los tiempos jugando con el espectador, dividiendo la película en dos mitades y enseñando las muchas caras de sus personajes, como invitando a que el que acude al cine tome partido por unos u otros para luego preguntarle en la segunda mitad de la película si realmente sigue conforme con su decisión. Entran las dudas, no sabes si han hecho bien o mal. Pone a los personajes entre la espada y la pared para exprimirlos en su decisión. También al espectador. Asghar nos pregunta, ¿estás seguro? No hay respuesta. Al final de la película tardé en hablar mientras seguía con la mirada los créditos y escuchaba "Una de esas noches sin final", tema de Javier Limón cantado por Inma Cuesta. Una noche sin final, una historia sin final. Y así acabó la noche, con un final ambiguo, cerrado pero abierto, con una pareja en una plaza tras una velada película de agua que borraba una conversación sobre otra historia que empezaba, en un dramático e inquietante punto y seguido.
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