Susurros asimétricos.
El descanso del sombrero (fotografía: Miguel A. Brito) |
–¿Para qué?
–No sé. Me gustan. Parecen caracoles. Me gustan los caracoles.
–Hace mucho sol. ¿Quieres que me queme?
–Anda. Hazme ese capricho. Precisamente por el sol lo digo. Así, ¿ves? Me encanta.
–¿Te encanta el qué? Yo no me veo.
–Me encanta ver cómo se cuelan los rayos entre rizo y rizo y el rubio se llena de matices, claros más claros, brillantes, oscuros. Me gusta meter mis dedos en ellos, llenarme de anillos de oro. Eso son tus pelos, anillos.
–Pero si tengo ya más pelos blancos que rubios. Además, ¿no eran caracoles?
–Bueno sí, también. Anillos y caracoles. Deja que te huela. Hueles a mar, a sal especiada, a camarones, a arena, a ganas de nadar sobre mí. ¿A que tienes ganas de nadar sobre mí?
–Sí, mucho. Sigue olisqueando mi pelo, que yo tengo buena vista desde aquí. Me gusta resbalarme en tu escote. ¿Sabes? Desde aquí casi puedo ver el principio de tu pezón derecho.
–Mira lo que has hecho. Me has puesto la carne de gallina.
–Si es lo que siempre digo: No hay lengua más húmeda para lamer que aquella que no te toca. ¿Te das cuenta? ¡Mira cómo te pones! Si me puedo colgar en ellos y no caerme. Apuesto a que mi sombrero es capaz de quedarse ahí, colgando de tu pezón derecho. ¿Por qué sólo se levanta el derecho? ¿Qué le pasa al izquierdo?
–Susúrrame aquí, tonto, a este lado. Verás cómo rompes mi asimetría.
Comentarios
Buen texto escritor, muy bueno.
Muy bueno.