Los doce cuentos de Gabriel.
Libro: Doce cuentos peregrinos. Autor: Gabriel García Márquez |
Ayer terminé de leer en un vuelo Madrid-Tenerife, el último de los "Doce cuentos peregrinos" de Gabriel García Marquez. A mi lado no se sentó esa chica, la de "El avión de la bella durmiente", el tercero de los doce relatos. De haberse sentado, hubiera releído el cuento mientras la oía respirar profundamente en el asiento B, al lado de la C que me tocó a mi. Pero no: Mi gozo en un pozo. El asiento fue vacío y por respeto a la ausente no lo leí. Me limité a terminar de leer el último, el número doce, el más triste, "El rastro de tu sangre en la nieve".
Ahora que se acerca el verano y hay que alternar familia, hobbies, amigos, tardes largas y noches que hacemos cortas, les recomiendo leer los "Doce cuentos peregrinos" por varias razones. Porque son historias cortas que nos dejan la sensación de que nos hemos bebido toda una botella del mejor Ribera, a pesar de haber bebido solo un sorbo; y no queda resaca, sino la sensación de flotar en una balsa de palabras oleantes, suaves ecos de mundos cercanos. El señor presidente, Margarito Duarte y su peregrinación con su santa hija, María de la Luz Cervantes y su infortunio, la eterna belleza que no envejece de María dos Prazeres, alimentada de lo feliz que hizo a sus múltiples amantes, o el feliz verano de la señora Forbes. Gabriel García Márquez, nos lleva por Europa de peregrinación con sus doce trazos. Cada parada una historia. Su prosa poética, que busca en los ingenios de la palabra la explosión de la imagen, queda para siempre retratada en nuestra retina, y sus historias, esas que crecen enraizadas en unos personajes redondos hacen de su lectura un placer inacabado. Por eso siempre vuelvo a Él, a recrearme en sus libros.
Comentarios
Quiero decir que me han entrado unas ganas irrefrenables de leerlos.
Gracias!!!
Encantada de conocerte.
Saludos
Paloma: Muchas gracias por venir. Aquí siempre tienes tu casa y estoy totalmente de acuerdo contigo acerca de García Márquez. A veces cojo y abro al azar una página de cien años de soledad y la leo solo por el placer de paladear su escritura.