La última lágrima
Una furtiva lágrima Aut: Nicoletta N o puedo perdonarme el día en que su última lágrima se escurrió entre mis dedos sin poderla atrapar. Asomó por la esquina de su ojo izquierdo, el juguetón y vivaz, el que tiempo atrás repasaba mis imperfecciones, divertido, sin apenas inmutarse. Ahora se vació y luce marchito, apenas una hoja trémula agitada por el viento a punto de dejar su árbol y caer al vacío y cerrarse del todo, como lo hicieron sus labios después de decirme adiós. Esa última lágrima estaba tan cerca. Quizás un leve toque de entusiasmo la habría retenido en su cuna y hubiera salvado a su ojo de secarse para volver a lucir el brillo húmedo que siempre tuvo, el de una fuente chapoteósica y risonante. Hoy su mirada es gris y asonrisada. Traspasa mi cuerpo más allá del rellano, y me siento el espectro de una tumba sin nombre. Su ojo busca un camino perdido o un infierno por recorrer y mi voz susurrada para no asustarla es un sordo aliento infecundo. La mesa de nuestros encuen