Las voces bajas - Manuel Rivas
Este mes de enero ha caído en mis manos el libro "Las voces bajas" de Manuel Rivas. Es el primer libro que hemos leído el club de los 1001 lectores, al que os recomiendo que os apuntéis, una iniciativa ambiciosa de La Esfera Cultural que nos permitirá aprender mientras leemos, una iniciativa que aspira a ser el club de lectura más grande del mundo.
Empezaré diciendo que Las voces bajas no es una novela. Lo digo de entrada porque me hubiera gustado saberlo antes de empezar a leerlo y no darme cuenta yo solo cuando iba ya por mitad del libro. Está escrito en forma de relato autobiográfico o diario de experiencias y narra, de una manera casi poética, cómo las vivencias entran de a poco en la infancia y la adolescencia así, a hurtadillas, como voces bajas o susurros. No hay un hilo conductor. Es como una sucesión de relatos que no tienen que ver unos con otros. Bueno, mentira. Quizás sí que haya un hilo conductor y se llama de María, la hermana del narrador que intuimos o seguro que es el propio Manuel Rivas. María siempre está presente hasta que deja de estarlo, y se adivina que ella es una presencia que marca, que va apuntalando el viaje de Manuel hasta la edad adulta.
No debe leerse Las voces bajas como una novela, más bien como un libro de relatos. Si se lee así, a quien le guste el verso en prosa o la prosa recargada de imágenes poéticas, disfrutará de muchos pasajes de Manuel Rivas en su libro, algunos cargados de ironía y otros cargado de melancolía. Me gusta su ironía, la ironía gallega:
"Hay una conversación que nunca olvidaré. Una propiedad inmaterial, del departamento de grabaciones
no autorizadas de la infancia. Una de esas en que, en el libro de la vida, se da a conocer de forma
espontánea la boca de la literatura. Vivíamos ya en Castro de Elviña. Aquel invierno entró a nado en
Galicia. Fiero, hosco y frío. Un aguacero interminable. Días sin poder trabajar, con el viento aullando
por los huecos de las obras. Mi padre lleva días inquieto, acorralado, soltando golpes de vaho en la
ventana, desde la que puede verse maniobrar la décima legión de las borrascas.
De repente, estalla:
—¡Quién me diese una semana en la cárcel!
Mi madre está haciendo calceta. Va a venir un ser nuevo. Está en camino. Lleva días, semanas, calcetando piezas de ropa muy pequeñas, a medidaque su vientre se agranda. Las largas agujas metálicas se han convertido en una prolongación de sus manos. Al detenerse de repente, entrecruzadas en el aire, crean una expectación.
—¡Y a mí siete días en el hospital!
María y yo estamos haciendo los deberes escolares en la mesa de la cocina. Nos miramos. ¿La
cárcel? ¿El hospital? El futuro promete..."
Si no está preparado el lector con lo que se va a encontrar como a mí me ocurrió, puede que se lleve una decepción. Los que lo leyeron y me oían decir "pero es que este libro no me está contando nada" me decían, "espera al final y verás por qué está escrito así", y tenían razón. Esto me hubiera gustado saberlo al principio, por lo que yo les recomiendo que se lo lean despacio, no más de un capítulo por vez y que disfruten del camino. Lo que sí no se le puede negar a Manuel Rivas es la recreación del paisaje y del ambiente que rodea las vivencias que relata. A mí me ha trasladado a esos paisajes donde nunca he estado pero que después de leer Las voces bajas, parecieran que formaron parte de mi vida. Debe ser que también fui niño como él, y que mi padre emigró a Venezuela como el suyo, y que vivir en la infancia en la Isla de El Hierro no ha de ser tan distinto a los ojos de un niño, que haber crecido en un barrio como Monte Alto "la proa de ese barco de piedra" que es A Coruña.
Puedes leer aquí el primer capítulo.
Y aquí puedes ver una entrevista al escritor para saber algo más de él:
Empezaré diciendo que Las voces bajas no es una novela. Lo digo de entrada porque me hubiera gustado saberlo antes de empezar a leerlo y no darme cuenta yo solo cuando iba ya por mitad del libro. Está escrito en forma de relato autobiográfico o diario de experiencias y narra, de una manera casi poética, cómo las vivencias entran de a poco en la infancia y la adolescencia así, a hurtadillas, como voces bajas o susurros. No hay un hilo conductor. Es como una sucesión de relatos que no tienen que ver unos con otros. Bueno, mentira. Quizás sí que haya un hilo conductor y se llama de María, la hermana del narrador que intuimos o seguro que es el propio Manuel Rivas. María siempre está presente hasta que deja de estarlo, y se adivina que ella es una presencia que marca, que va apuntalando el viaje de Manuel hasta la edad adulta.
No debe leerse Las voces bajas como una novela, más bien como un libro de relatos. Si se lee así, a quien le guste el verso en prosa o la prosa recargada de imágenes poéticas, disfrutará de muchos pasajes de Manuel Rivas en su libro, algunos cargados de ironía y otros cargado de melancolía. Me gusta su ironía, la ironía gallega:
"Hay una conversación que nunca olvidaré. Una propiedad inmaterial, del departamento de grabaciones
no autorizadas de la infancia. Una de esas en que, en el libro de la vida, se da a conocer de forma
espontánea la boca de la literatura. Vivíamos ya en Castro de Elviña. Aquel invierno entró a nado en
Galicia. Fiero, hosco y frío. Un aguacero interminable. Días sin poder trabajar, con el viento aullando
por los huecos de las obras. Mi padre lleva días inquieto, acorralado, soltando golpes de vaho en la
ventana, desde la que puede verse maniobrar la décima legión de las borrascas.
De repente, estalla:
—¡Quién me diese una semana en la cárcel!
Mi madre está haciendo calceta. Va a venir un ser nuevo. Está en camino. Lleva días, semanas, calcetando piezas de ropa muy pequeñas, a medidaque su vientre se agranda. Las largas agujas metálicas se han convertido en una prolongación de sus manos. Al detenerse de repente, entrecruzadas en el aire, crean una expectación.
—¡Y a mí siete días en el hospital!
María y yo estamos haciendo los deberes escolares en la mesa de la cocina. Nos miramos. ¿La
cárcel? ¿El hospital? El futuro promete..."
Si no está preparado el lector con lo que se va a encontrar como a mí me ocurrió, puede que se lleve una decepción. Los que lo leyeron y me oían decir "pero es que este libro no me está contando nada" me decían, "espera al final y verás por qué está escrito así", y tenían razón. Esto me hubiera gustado saberlo al principio, por lo que yo les recomiendo que se lo lean despacio, no más de un capítulo por vez y que disfruten del camino. Lo que sí no se le puede negar a Manuel Rivas es la recreación del paisaje y del ambiente que rodea las vivencias que relata. A mí me ha trasladado a esos paisajes donde nunca he estado pero que después de leer Las voces bajas, parecieran que formaron parte de mi vida. Debe ser que también fui niño como él, y que mi padre emigró a Venezuela como el suyo, y que vivir en la infancia en la Isla de El Hierro no ha de ser tan distinto a los ojos de un niño, que haber crecido en un barrio como Monte Alto "la proa de ese barco de piedra" que es A Coruña.
Puedes leer aquí el primer capítulo.
Y aquí puedes ver una entrevista al escritor para saber algo más de él:
Comentarios
Solo discrepo en que eso de que María es el hilo conductor, pues no me lo trago (aunque lo diga en la contraportada y el mismo autor lo haya creído así).
María aparece acá y acullá, tiene su importancia en la vida del autor (por supuesto) y su desaparición probablemente haya sido en parte lo que impulsó al autor a escribir este libro, al menos, en parte. Pero un hilo conductor tiene que llevar a algún sitio y en este libro no se llega a ninguno.
Vale, puede que me esté pasando, pero es mi opinión.
Y eso, sin restarle los méritos que le señalas y que creo que son muchos.
Yo misma he disfrutado de algunos pasajes y me he maravillado en su recreación de lugares y almas. Creo que tiene un dominio del lenguaje y de la imagen extraordinarios.
Pero no ha escrito una novela. En eso, también coincido contigo.
Caramba! Esto tendría yo que ponerlo en el Club de los 1001 lectores! Al final, me repetiré, como el ajo...
Es gallego cerrado.