Claus y Lucas - Agota Kristof
Título: Claus y Lucas Autor: Agota Kristof El Aleph Editores, S.A. ISBN: 8476697104 448 páginas pvp: 25,60 € |
Claus y Lucas es de esos libros en los que me he sentado a intentar
escribir una reseña y lo primero que me digo es: a ver, ¿por dónde empiezo? Voy
a empezar explicando qué es Claus y Lucas desde el punto de vista estructural.
Agota Kristof (Csikvand, Hungría, 30 octubre 1935 a 27 de julio de 2011) escribió la historia de Claus y Lucas como una sola aunque en
realidad se trate de tres libros que Agota escribió
entre 1986 y 1991. Sus títulos son El gran cuaderno (1986), La prueba (1988) y La tercera mentira (1992),
que deben ser leídos en ese orden. Hasta aquí todo bien, ¿no? Es a partir de aquí donde empieza el galimatías.
En el primero de los libros, El gran cuaderno, que fue merecedor del premio Europeo de Literatura Francesa en 1986, Agota cuenta
la historia de los gemelos Claus y Lucas T., abandonados por su madre al cuidado
de una abuela cruel y carente de sentimientos y de cariño hacia sus nietos. En ese entorno, que ubicamos en
la Hungría de la ocupación alemana durante la segunda guerra mundial, Claus y
Lucas aprenden a sobrevivir a base de ser espectadores de una cruda realidad, haciéndose fuertes a base de pruebas de supervivencia y viendo a diario un mundo que plasman en un cuaderno a modo de diario. El narrador, en
primera persona del plural, ya nos deja entrever que Claus y Lucas funcionan como
un solo cerebro, como si tuvieran solo un par de ojos, y cuentan sus vivencias
sin un atisbo de sentimiento, puros hechos objetivos sin valoración moral, con frases
simples: el sujeto, verbo y predicado de toda la vida. La crueldad llega a tal extremo que muchas veces haya tenido que cerrar el libro no por falta
de tiempo o por no querer leer más, sino por ser incapaz de digerir muchas imágenes.
En La prueba, el segundo de los libros que conforman la trilogía,
uno de los hermanos cruza la frontera, se trata de Claus y parece que se
esfumara del mundo, que deja de existir, y es Lucas quien se queda y nos cuenta ahora la
historia, pero en un tono más cercano al adulto que empieza a ser, descubriendo los
sentimientos y buscando su sentido de existencia. De repente el mundo cobra
protagonismo y se abre a los ojos del lector y los personajes que lo rodean se humanizan, cosa que no pasaba con
el primero de los libros. Lucas empieza a cambiar. Se encarga del cuidado de Mathias, un niño minusválido, y pudiera ser por eso o quién sabe porqué, pero el caso es que empieza a
fortalecerse en él la compasión y la amistad como ejes de la búsqueda del sentido de su existencia.
Finalmente en La tercera mentira (¡Chapó por el título!), Agota ya
nos deja entrever que detrás de una tercera mentira lo más probable es que haya
habido otras dos, ¿o no? ¿Es que acaso los dos primeros libros hayan sido dos grandes
mentiras? Agota nos sumerge en una especie de juego con el lector en donde se
abren múltiples puertas, caminos ocultos, en donde llegas hasta a dudar de cómo
es realmente la historia que has estado leyendo, aunque en un ejercicio de genialidad, finalmente todas las piezas del puzzle terminan encajando.
Agota Kristof nos enseña
con su libro, lo frágil que es la existencia cuando el individuo carece de
referentes, con unas raíces sin tierra a la que agarrarse, máxime cuando hay preguntas del pasado que quedan sin respuesta. En ese entorno lo
que queda es una búsqueda eterna, sin guías ni brújula, hasta que nos topamos
con un muro infranqueable. ¿Y luego, qué?
Comentarios
Incluida la tercera mentira?
De dónde sacas el tiempo????
Muchas reseñas, incluso la propia sinopsis de la editorial, describen esta obra como "una fábula sobre las consecuencias de la guerra", o, estúpidamente, "una mirada al mundo con ojos de niño malo", pero es mucho más que eso, y nos vamos dando cuenta a medida que avanzamos en la lectura (aunque es cierto que el ritmo se detiene bastante en esa segunda parte más aburrida, aunque también, como constataremos al final, necesaria para entenderlo todo). La narración trasciende la pura trama y se convierte en un brillante e inteligentísimo ejercicio metaliterario, donde las identidades se confunden, las voces del discurso cambian, se alternan o viajan del pasado al presente confundiéndonos, engañándonos, haciéndonos dudar hasta el final de quién escribe y sobre quién, y, ante todo, mostrándonos el absoluto poder de la escritura como instrumento que vincula la identidad y la experiencia.