Señales
L ucía se despertó sobresaltada. Fermín, ¿qué es ese ruido? Son los gatos aullando, están en celo, le contesté. Tomó mis manos entre las suyas y las posó en su vientre, como para evitar que se escapara la vida que albergaba dentro. Dan miedo, parecen los llantos de cien niños, no me gustan esos quejidos, me dijo. Duerme tranquila Lucía. Solo son gatos. *** Lucía rompió aguas un siete de febrero por la tarde y pronto se hicieron apremiantes los dolores. Nos cogió por sorpresa porque faltaban algunas semanas para que saliera de cuentas, así que casi no me dio tiempo de prepararlo todo: mantas, paños limpios y el agua caliente, siguiendo las instrucciones que me había dado la partera por la tarde. No puedo evitar leer lo que hay escrito en los estigmas del rostro de las personas, sobre todo cuando estoy intranquilo. Busco en los surcos de la cara el rumbo de los hechos, pero cuando me fijé en la cara de Juana la partera, vi que sus arrugas eran un mapa indescifrable ll