La República del vino - Mo Yan

Libro: La República del vino
Aut: Mo Yan
Editorial: Kailas
ISBN: 978-84-89624-73-3
pvp: 21,75 €

Pocas veces me había tropezado con un libro tan extraño, tan surrealista, tan lleno de recovecos. De hecho, quiero hablar de él y no encuentro por dónde empezar. Es mi primera experiencia como lector de literatura oriental. En su contraportada se puede leer: Un viaje hipnótico a una provincia china en la que quizá practiquen canibalismo: La República del vino. Un viaje hipnótico. Ciertamente lo es.
Yo definiría La república del vino más que, como una novela, como un relato metaliterario. Me explico. Hay varias historias en una. Por un lado la propia construcción de la novela de Mo Yan en sí, La República del Vino. Relata las peripecias de un inspector -Ding Geu’er-, que se desplaza a La Tierra del vino y los licores para averiguar qué hay de cierto sobre la historia de que las escalas sociales más altas del lugar se dan festines gastronómicos a base de carne de niño. En este viaje le acompaña una camionera que lo lleva hasta el lugar, de la cual se enamora de un modo más carnal que espiritual. Ding Geu’er, para intentar averiguar lo que allí ocurre, se cita con los más altos cargos del lugar y acepta beber, que es lo que allí hacen, para empatizar con sus anfitriones, y el estado de embriaguez en el que se sumerge le acompañará hasta el final de la novela, cruzándose en el camino con hechos de lo más surrealistas: bebedores que no tienen fin, un enano regente de una taberna con platos tan “exquisitos” como genitales de burro, por ejemplo, niños cubiertos de escamas, o el viejo revolucionario de Mao regente de un cementerio, entre otros. 
Pero como les decía, eso no es todo. Les decía al prinicipio que no era una novela sino un relato metaliterario, y ahora voy a explicarles a qué me refiero. Por el camino, se producen interrupciones en la trama a través de la correspondencia que mantiene el propio autor, Mo Yan, con un admirador/discípulo suyo llamado Li Yidou, que es, atiendan bien, Doctor en vino y licores -¡ahí es nada!- y habitante de La Tierra del vino y los licores. Este discípulo, aspirante a escritor, le envía hasta nueve relatos breves a Mo Yan, con la esperanza de que éste los lea, se los corrija o les de su opinión, y los presente, aprovechando su influencia, a la prestigiosa revista Literatura para los ciudadanos. Mo Yan acepta gustoso, pero parece como si le diera largas a su aventajado discípulo. De hecho, nunca llegan a publicarse porque Mo Yan lo que hace es utilizar el material de su discípulo para alimentar su novela, La Republica del vino, es decir, que Mo Yan plagia a su discípulo mientras este, ignorante de la situación, sigue erre que erre perseverando en que alguno de sus relatos aparecerá, gracias a la influencia de su maestro, publicado en Literatura para los ciudadanos. Finalmente, en agradecimiento a los esfuerzos de su maestro por intentar la infructuosa publicación de sus relatos, y pidiendo a Mo Yan que haga la biografía de un amigo suyo que es una personalidad en La Tierra del vino y los licores, Li Yidou lo invita a pasar unos días en su ciudad. Mo Yan se desplaza hasta allí, pero acompañado de sus culpas de plagiador, que es un caparazón pesado, y se coge una cogorza, como la que se coge su personaje de su libro La República del Vino. Al  final, el propio Mo Yan, acaba con un monólogo de cuatro páginas digno del mejor Joyce, de hecho es un guiño al final de Molly Bloom en el Ulises.
La República del vino es un relato velado y crítico a un país sumido en la corrupción y la enfermiza obsesión por la comida y la bebida. Para ello, Mo Yan se vale de un lenguaje grotesco y directo, crudo y satírico, sumergiéndose a veces en lo escatológico y rozando a veces la incoherencia, pero ¿hay algo más incoherente que las imágenes que pueden percibirse desde un estado de embriaguez? Estos recursos literarios no parecen innecesarios, sino utilizados con intención. Mo Yan escribe sin artilugios ni rebuscadas formas literarias. Es puro lenguaje directo, con mucha fuerza, más de la que cabría esperar a priori de un chino, tan aparentemente tranquilo y centrado. Una voz descarnada. Es un libro para leer lentamente porque es difícil asimilar tantas imágenes de golpe. Acertadamente, leí en la crítica que se hace en el blog “China en su tinta”, que La República del Vino es una obra para ser leída en cuclillas o en un cuarto de baño, jamás en un sofá de terciopelo, y en cierta manera le doy la razón. Es un libro escrito en clave de intoxicación etílica, y por tanto escrito en un tono que trasciende la realidad para llevarnos al mundo de los sueños, tan poco real como metafóricamente cercano a la realidad en sí, pero habrá que encontrar esas conexiones. Ya lo dice Mo Yan en un pasaje de su libro:
¿Tienes alguna idea de lo que es el vino o el licor? ¿Un tipo de líquido? ¡Gilipolleces! ¿La sangre de Cristo? ¡Gilipolleces! ¿Algo que te pone contento? ¡Gilipolleces! El vino es la madre de los sueños, los sueños son los hijos del vino.

Comentarios

Ángeles Jiménez ha dicho que…
Eres único para despertar pasiones literarias, con esta reseña, ¿qué otra cosa se puede hacer que embriagarse en sus páginas? "...para llevarnos al mundo de los sueños, tan poco real como metafóricamente cercano a la realidad...", Freud no lo habría descrito mejor. Incitante viaje al Lejano Oriente.
Gracias
FranCCø ha dicho que…
Al final te me adelantaste a leer a Mo Yan. ¿Cómo lo haces?
Y eso que fui a la presentación de su obra en Tenerife.
Felicidades por la crítica
Ana J. ha dicho que…
Me persiguen los libros en los que el autor es a la vez un personaje. Y digo que me persiguen porque después de leer tu crítica no me va a quedar más remedio que embriagarme con Mo Yan.
Anónimo ha dicho que…
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Beapleites ha dicho que…
Leí el libro, no me esperaba que fuera así. Tardé mucho en leerlo, y eso que leo mucho, así que no sé... Me gustó bastante, por lo extraño que es, me causó tanto asco que es difícil de expresar, pero al final, me quedó una duda, ¿se suicida Mo Yan al final? No logré captar bien eso.

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