El entierro de tío Fidel


Me pone nervioso decir cosas trascendentales. Me pasa mucho con las chicas. Cuando quiero decir que están guapas, termino enredándolo todo, y ellas acaban entendiendo que las llamo rechonchas o zancudas o cuellilargas. Me pasa siempre. Por eso ya casi no hablo, solo escucho y muevo la cabeza. 
De todas las veces que me ha pasado, lo del funeral de tío Fidel fue lo peor. Yo tendría quince años y era la primera vez que asistía a un entierro. Me resultaba violento dar el pésame a mi tía porque, cuando la gente lo hacía, ella lloraba y gritaba. Me parecía que le hacían daño y yo la quería mucho. Decidí esperar a que se sintiera mejor, pero el tiempo pasaba y ella peor se ponía, ¡venga a llorar! Llegó el momento de poner la caja en el nicho y ya no quedaba otra. Me puse a la cola. Mientras me acercaba iba practicando y me repetía lo de mi sentido pésame. ¡Lo hice veinte veces por lo menos! Cuando llegué donde ella estaba, la abracé y le dije felicidades. Me quedé helado. Ella lloraba y me besó. Me dijo gracias, como a todos.

Comentarios

Ángeles Jiménez ha dicho que…
Estupendo lapsus, puede que inducido por la propia viuda, quién sabe cómo llevarían su vida matrimonial. En cualquier caso, los lapsus siempre expresan una verdad, pero a saber cuál.
Muy bueno, Miguel
María Gladys Estévez ha dicho que…
Suele pasar!! Me encanta lo que escribes..
Un abrazo

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